Historia

La hermana se propone descubrir lo que su hermano esconde, pero se arrepiente cuando su curiosidad se apodera de ella. — Historia del día

Lila sospecha que su hermano Caleb está ocultando algo y no puede resistirse a buscar respuestas. Cuando sus vagas respuestas no hacen más que aumentar su curiosidad, se propone descubrir la verdad, sin saber que su búsqueda de secretos podría desvelar todo lo que hay en sus vidas.

Lila se reclinó en su silla, golpeando con los dedos la mesa mientras Caleb desaparecía por las puertas de la cafetería. No podía quitarse de la cabeza la inquietud que le había provocado su reacción.

Caleb siempre estaba tan tranquilo, incluso cuando las cosas iban mal. Pero hoy, su tono cortante y la forma en que tensó los hombros mientras se alejaba contaban una historia diferente.

Amelia sonrió, sorbiendo su café helado. «Bueno, eso fue dramático. ¿Qué le pasa?».

«No lo sé», dijo Lila, frunciendo el ceño.

«Pero voy a averiguarlo. Definitivamente está ocultando algo». Amelia levantó una ceja, con curiosidad. «¿Y cómo planeas hacerlo? No es precisamente un libro abierto». —Pero voy a averiguarlo. Definitivamente está ocultando algo.

Amelia levantó una ceja, con la curiosidad picada. —¿Y cómo planeas hacerlo? No es precisamente un libro abierto.

Lila miró hacia la puerta por la que acababa de salir Caleb. —Soy su hermana. Si alguien puede averiguarlo, soy yo.

Amelia se rió. —Buena suerte con eso. Caleb es terco como una mula cuando no quiere compartir.

Amelia se rió. «Buena suerte. Caleb es más terco que una mula cuando no quiere compartir».

A Lila se le aceleró el corazón al recordar su breve conversación. Caleb parecía casi… asustado. La forma en que sus ojos se movían rápidamente, evitando los de ella, no era propia de él.

Normalmente respondía a sus preguntas de frente, incluso cuando las encontraba indiscretas. Esta vez, se había cerrado por completo.

—Anoche —empezó Lila, bajando la voz—, le oí por teléfono. Parecía… nervioso. Casi como si estuviera discutiendo con alguien, pero de una manera que no quería que nadie oyera.

Amelia se inclinó hacia delante. —¿Qué dijo?

Lila negó con la cabeza.

—No pude entender mucho.

Solo fragmentos. Pero colgó rápidamente cuando se dio cuenta de que estaba cerca.

Amelia se reclinó en el asiento, con los ojos brillantes de picardía. —Quizá tenga un romance secreto. Eso podría explicar el extraño comportamiento. Lila dudó. Solo fragmentos. Pero colgó rápidamente cuando se dio cuenta de que estaba cerca.

Amelia se reclinó en el asiento, con los ojos brillantes de picardía.

«Quizá tenga un romance secreto. Eso podría explicar el comportamiento extraño».

Lila dudó. «No sé… Quizá. Pero si solo es una relación, ¿por qué no me lo diría? Nunca antes me había ocultado cosas así».

«La gente cambia, Lila», dijo Amelia encogiéndose de hombros. «Quizá va en serio con esta y está nervioso por cómo reaccionarás». «¿Lo suficientemente en serio como para mantenerlo en secreto?», preguntó Lila.

—La gente cambia, Lila —dijo Amelia encogiéndose de hombros.

—Quizá va en serio con esta y le preocupa cómo reaccionarás.

—¿Lo suficientemente en serio como para mantenerlo en secreto? —preguntó Lila, con tono escéptico.

—Supongo que solo hay una forma de averiguarlo —sonrió Amelia.

—No voy a fisgonear en sus cosas, si eso es lo que estás sugiriendo. —«Relájate», dijo Amelia riendo. «No estaba sugiriendo nada. Pero si quieres saberlo, puedo preguntarle a él».

Lila entrecerró los ojos. —No voy a fisgonear en sus cosas, si eso es lo que estás sugiriendo.

—Relájate —dijo Amelia riendo.

—No estaba sugiriendo nada. Pero si me preguntas, los secretos no permanecen ocultos por mucho tiempo. Al final, cometerá un desliz.

Lila suspiró, todavía pensando en Caleb. Odiaba sentir que algo andaba mal entre ellos.

Su vínculo siempre había sido fuerte, construido a base de años de bromas compartidas, charlas nocturnas y confianza entre hermanos. Pero ahora, sentía que se había levantado un muro, y no sabía por qué.

—Solo quiero asegurarme de que está bien —dijo en voz baja, más para sí misma que para Amelia.

Amelia asintió con la cabeza, con una expresión inusualmente seria.

—Solo… ten cuidado, Lila. A veces, indagar demasiado puede sacar a la luz cosas que no estás preparada para manejar. —Lila no respondió. Su mirada se desvió hacia donde había estado sentado Caleb, y un nudo se le hizo en la garganta.

—Solo… ten cuidado, Lila. A veces, indagar demasiado puede sacar a la luz cosas que no estás preparada para manejar.

Lila no respondió. Su mirada se desvió hacia donde había estado sentado Caleb, y un nudo se le formó en el estómago. Estaba decidida a averiguar lo que fuera que él estuviera ocultando.

Al día siguiente, Lila se apoyó contra el frío metal de su taquilla, con un nudo en el estómago mientras la sonrisa de Amelia se hacía más amplia.

La borrosa foto de su teléfono no revelaba mucho, pero era suficiente para despertar preguntas que Lila no estaba segura de querer responder. —¿Estás segura de que es una buena idea? —preguntó Lila, con la voz teñida—.

La borrosa foto de su teléfono no revelaba mucho, pero era suficiente para despertar preguntas que Lila no estaba segura de querer responder.

—¿Estás segura de que es una buena idea? —preguntó Lila, con la voz teñida de vacilación.

—Relájate, Lila. Es solo un poco de trabajo de detective. Quieres saber lo que esconde, ¿no?

Lila se mordió el labio, insegura. «Sí, pero… esto parece invasivo».

Amelia se encogió de hombros, tecleando en su teléfono.

«Querías respuestas y las estoy consiguiendo. Además, no es como si estuviera pirateando su vida. Todo esto es público».

Lila suspiró, mirando a su alrededor en el bullicioso pasillo. El familiar murmullo de risas y charlas se sentía distante mientras la culpa se apoderaba de su pecho.

No quería traicionar la confianza de Caleb, pero su evasividad la había dejado con tantas preguntas. A la mañana siguiente, el teléfono de Lila sonaba sin cesar cuando entró en la escuela. Las notificaciones se amontonaban.

No quería traicionar la confianza de Caleb, pero su evasividad la había dejado con muchas preguntas.

A la mañana siguiente, el teléfono de Lila no paraba de sonar cuando entró en la escuela. Las notificaciones se amontonaban y un nudo se formó en su estómago. Algo iba mal.

«¿Has oído las noticias?», susurró una compañera de clase al pasar.

Lila se quedó paralizada. Rápidamente sacó su teléfono, con el corazón acelerado, y abrió el infame blog anónimo de la escuela.

La publicación mostraba una foto de alta resolución de Caleb saliendo de un club con el mismo chico de la instantánea borrosa de Amelia. El pie de foto decía:

«¡El romance secreto de Caleb revelado!»

Lila miró fijamente la pantalla, sin poder respirar. Podía sentir las miradas de sus compañeros dirigiéndose hacia ella, los susurros creciendo a su alrededor como una tormenta. Quería desaparecer.

Amelia apareció a su lado, con un aspecto demasiado despreocupado.

«Bueno, esto se ha complicado», dijo, mientras se desplazaba por los comentarios debajo de la publicación.

Lila la fulminó con la mirada, la ira burbujeando bajo su sorpresa. «Amelia, ¡prometiste que no lo harías público!».

«Yo no lo publiqué», dijo Amelia a la defensiva, levantando las manos. «Alguien debe haberlo filtrado después de que les mostrara la foto».

«¿Se la mostraste?», la voz de Lila se elevó, su frustración desbordándose.

—¿Por qué harías eso? ¡Se suponía que esto no iba a trascender!

Amelia resopló. —No es que yo supiera que iba a estallar. No seas tan dramática.

Las manos de Lila temblaban mientras se metía el teléfono en el bolsillo.

—Esto no es solo un drama, Amelia. Es la vida de Caleb. No tienes ni idea de lo que has hecho.

La sonrisa de Amelia se desvaneció cuando Lila salió furiosa por el pasillo, con la mente llena de pánico. Quería respuestas, pero ahora solo quería deshacer el daño. El jardín de la azotea estaba en silencio, excepto por el lejano sonido de la lluvia.

La sonrisa burlona de Amelia se desvaneció cuando Lila salió furiosa por el pasillo, con la mente dando vueltas presa del pánico. Ella había querido respuestas, pero ahora, lo único que quería era reparar el daño.

El jardín de la azotea estaba en silencio, excepto por el zumbido lejano del tráfico de la ciudad.

Lila vaciló antes de acercarse a Caleb, que caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado.

Su teléfono estaba apretado en su mano, y su rostro normalmente tranquilo estaba pálido por el estrés. —Caleb —dijo suavemente, con voz temblorosa. Él no dejó de caminar. Cuando finalmente la miró, sus ojos estaban en blanco.

Apretaba con fuerza el teléfono en la mano y su rostro, normalmente tranquilo, estaba pálido por el estrés.

—Caleb —dijo ella en voz baja, con la voz temblorosa. Él no dejó de caminar.

Cuando finalmente la miró, sus ojos estaban llenos de algo que ella no había visto antes: traición.

—¿Sabías algo de esto? —exigió con voz aguda—. ¿Tú hiciste esto?

A Lila se le retorció el estómago. Sacudió la cabeza rápidamente, con las manos en alto en defensa. —¡No! Te lo juro, Caleb, no quería que esto pasara. Le pedí a Amelia que me ayudara a averiguar quién eras.

A Lila se le revolvió el estómago. Sacudió la cabeza rápidamente, con las manos en alto en señal de defensa.

—¡No! Te lo juro, Caleb, no quería que esto pasara. Le pedí a Amelia que me ayudara a averiguar con quién te veías, pero no pensé que ella… No pensé que se haría público.

Caleb dejó de dar vueltas y se volvió completamente hacia ella, con la mandíbula apretada.

—¿No pensaste? —dijo, alzando la voz—. Lila, ¿tienes idea de lo que has hecho? Drew ya ni siquiera quiere hablar conmigo. Tiene miedo de que su familia se entere. Todo se ha ido al traste.

—¿No lo pensaste? —dijo, alzando la voz.

—Lila, ¿tienes idea de lo que has hecho? Drew ya ni siquiera quiere hablar conmigo. Tiene miedo de que su familia se entere. Todo lo que teníamos, todo, está arruinado.

Lila sintió cómo se le oprimía el pecho y las lágrimas amenazaban con derramarse.

—Lo siento mucho, Caleb —dijo, con la voz entrecortada—. Nunca quise que esto pasara. No era mi intención hacerte daño. —Sacudió la cabeza, su tono se suavizó pero aún estaba lleno de frustración.

—Lo siento mucho, Caleb —dijo con la voz entrecortada—. Nunca quise que esto pasara. No era mi intención hacerte daño.

Él negó con la cabeza, su tono se suavizó pero aún estaba lleno de frustración.

—No solo me has hecho daño a mí. También le has hecho daño a él. ¿Entiendes siquiera lo que es vivir así? ¿Ocultar constantemente quién eres porque tienes miedo de cómo reaccionará la gente?

Lila parpadeó para contener las lágrimas. No había pensado en eso, no había considerado el peso que Caleb llevaba a diario.

—Ahora sí —susurró—. Y lo siento mucho. Si pudiera deshacerlo todo, lo haría.

Caleb suspiró profundamente y se pasó una mano por el pelo. La ira de su rostro comenzó a desvanecerse, sustituida por el cansancio. —No puedes arreglar esto, Lila. Lo hecho, hecho está.

Lila se acercó, con la voz llena de desesperación. —Haré lo que sea necesario para arreglar esto. Hablaré con Drew. Se lo explicaré todo.

Caleb le dedicó una sonrisa triste. —No es tan sencillo. No puedes deshacer el daño. Pero… sé que no querías que esto pasara. Solo necesito tiempo.

Lila asintió con el corazón apesadumbrado. —Lo siento mucho, Caleb. Te quiero y nunca quise hacerte daño.

—Lo sé —dijo en voz baja, volviéndose hacia el horizonte de la ciudad—. Pero a veces lamentarse no es suficiente.

La sala de estar estaba tenuemente iluminada, solo con el suave resplandor de una lámpara de mesa que proyectaba una luz cálida y tenue.

Caleb estaba sentado en el sofá, mirando una foto enmarcada de su familia: rostros sonrientes congelados en un momento más feliz. Tenía los hombros encorvados, su expresión era indescifrable, pero el peso que llevaba era palpable.

Caleb estaba sentado en el sofá, mirando una foto enmarcada de su familia: rostros sonrientes congelados en un momento más feliz.

Tenía los hombros encorvados, su expresión era indescifrable, pero el peso que llevaba era palpable.

—Caleb —dijo Lila con suavidad al entrar en la habitación. Su voz era vacilante, cuidando de no asustarlo.

—No quiero hablar —respondió con frialdad, sin apartar los ojos de la foto. Lila vaciló, pero luego se acercó y se sentó en el sofá junto a él. —Sé que no quieres, pero tengo que hablar contigo.

—No quiero hablar —respondió con tono plano, sin apartar la vista de la foto.

Lila dudó, pero luego se acercó y se sentó en el sofá a su lado. —Sé que no quieres, pero tengo que hacerlo —dijo con la voz ligeramente temblorosa. Entrelazó las manos para tratar de tranquilizarse.

—La he cagado. Invadí tu intimidad porque tenía curiosidad y dejé que se fuera de las manos. No pensé en cómo te afectaría.

Caleb finalmente se volvió para mirarla, con una expresión que era una mezcla de agotamiento y dolor. —No lo entiendes, Lila —dijo con voz tranquila pero firme—.

«Drew no era solo alguien con quien estaba saliendo. Era importante para mí. Y ahora se ha acabado porque tiene demasiado miedo de enfrentarse a todo esto… por lo que pasó».

El corazón de Lila se encogió. Las lágrimas brotaron de sus ojos cuando extendió la mano hacia él. «No puedo cambiar lo que pasó», dijo con la voz quebrada.

«Odio haber causado esto. Pero necesito que sepas que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase. Te quiero, Caleb. Y estoy muy, muy orgullosa de quien eres».

La expresión de Caleb se suavizó, la tensión en su mandíbula se relajó ligeramente. Bajó la mirada hacia su mano que cubría la suya y luego volvió a su rostro.

—Gracias, Lila —dijo con la voz cargada de emoción—. Significa mucho que no me juzgues.

—Nunca lo haría —dijo con firmeza, con la mirada fija—. Eres mi hermano, Caleb. Eso nunca va a cambiar.

Él asintió lentamente, con una leve sonrisa que se abrió paso entre la tristeza grabada en su rostro. —Va a llevar tiempo —admitió.

«Pero quizá algún día… las cosas volverán a ir bien».

«Lo harán», dijo Lila con convicción, apretándole la mano suavemente.

«Y haré todo lo que pueda para ayudarte a conseguirlo».

Por primera vez en días, una sensación de calma se instaló entre ellos, frágil pero real.

Se sentaron en silencio, con la foto de su familia entre ellos como un tranquilo recordatorio del vínculo que compartían.

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